martes, 22 de mayo de 2007

Viaje a Maatamaulana (I)

Antonio Pulido Pastor nos ofrece un relato de su reciente viaje por carretera a Mauritana, a una localidad llamada Maatamaulana, para conocer su vínculo con Al Andalus y ofrecer ayuda humanitaria. Un rihla o relato de viaje que ofrecemos en cuatro capítulos.

MAURITANIA: Entre océanos de arena y sal

بسم الله الرحمان الرحيم

Siguiendo la tradición andalusí, comienzo este relato en el nombre de Allah, señor de los mundos, el Clemente, el Misericordioso, el Dador de vida y conocedor de todas las cosas. Gloria y alabanzas sean dadas a Él y al profeta Muhammad, la paz y las bendiciones le sean dadas, su mensajero, cuyo recuerdo y enseñanzas nos sirvan de guía en cada uno de nuestros pasos, en cada una de nuestras vidas y especialmente en este viaje que nos disponemos a emprender hacia un destino de Conocimiento, donde los hombres son por lo que valen y no valen por lo que son.

Que Él nos muestre y conduzca en el camino recto con la necesaria luz y apertura que permita la tolerancia y comprensión ante las dificultades. Que nos haga abundar en la paciencia y nos regale con la humildad y la sencillez que permite disfrutar con la mera cercanía del compañero, en la certeza de que es éste más importante que el camino.

Dice un proverbio árabe “La pluma es más afilada que la espada”, en alusión y reconocimiento a la capacidad de la escritura como reflejo que es de la palabra y el pensamiento. Con tal intención, pido a quién provee la generosidad para tornar el filo de la mía por la agilidad del viento, la plasticidad del agua y la elegancia de las dunas en el desierto, con el sincero deseo de poder relatar y expresar cuanto acontece en este viaje de forma noble, impregnada con la belleza de sus paisajes y de sus gentes a fin de hacer merecido reconocimiento como la mejor manera de expresar nuestro agradecimiento.

Elijo los siguientes proverbios como provisión y previsión para el camino.

إذا كان الكلام من فضة فالسكوت من ذهب

Si la palabra es de plata, el silencio es de oro

العجلة من الشيطان والتأنّي من الرحمان

La prisa es de Satán y la tranquilidad de el Rahmán

الصبر مفتاح الفرج

La paciencia es la llave del Paraíso

Partimos con ilusión hacia Mauritania, el país de Chingueti el sábado 31 de marzo de 2007, siendo las 9.30 horas en la ciudad de Málaga. El contador del coche marca 160940 km.

En este día pasamos el Estrecho de Gibraltar por la vía de Ceuta, en previsión de atascos o aglomeraciones en el tráfico marítimo por Tarifa, tal que me ocurriera en la ocasión anterior, dado que coincidimos ahora con el periodo vacacional de Semana Santa para el culto cristiano y la fiesta del Mawlid para los musulmanes.

Todo transcurre muy bien. Sorprendentemente el tráfico es muy fluido y la rapidez en la frontera es inusual para los que hemos conocido otras épocas. Las mejoras en este sentido, se dejan notar.

Desde un primer momento encuentro extraño el vehículo que conduzco. La solidez y fiabilidad a que me tiene acostumbrado no es con la que me encuentro, notándolo inestable e inseguro. Un extraño ruido que se hace patente a velocidades bajas me hace dudar de problemas de alineamiento o equilibrado e incluso algo más grave como pudiera ser daños en un palier o alguno de los rodamientos. La revisión técnica pasada poco tiempo ha, así como la puesta a punto de la semana anterior me hacen sentir más tranquilo. En una de las paradas de descanso en la autopista hacia Rabat, comprobamos que faltan los plomos en la rueda delantera derecha, lo que me induce a pensar que se trata de un problema de desequilibrado en esa rueda. Esto me tranquiliza, pues es algo fácilmente resoluble en este país y en un taller cualquiera de mecánica o neumáticos. Una vez pasada Casablanca, se me ocurre poner la doble tracción, con objeto de reducir el esfuerzo del tren delantero y la decisión parece solucionar la vibración, que se reduce ligeramente. Sin embargo, sigo notando problemas en la rueda delantera izquierda y al entrar en un área de servicio en la circunvalación de Settat, la rueda trasera izquierda se sale por completo de su sitio y el coche se desploma escorándose hacia esa mella. Afortunadamente nuestra velocidad es de 10 km. por hora y no ocurre nada. Se han perdido dos tornillos y se ha dañado uno de los ejes roscados, pero solucionamos la situación con la rueda de repuesto y otro tornillo de otra rueda.

La llanta de la rueda afectada, ha quedado en mal estado, al haberse producido holgura en los agujeros de los tornillos y de este modo quedamos desprovistos de repuesto en buen estado.

Hasta el alojamiento en Marrakech hemos hecho 820 km desde Málaga. Llegamos a las 00.30 horas (las 2.30 de hora española).

Domingo 1 de Abril.-

En Marrakech esta mañana no encuentro solución para el problema mecánico. Al ser domingo y la fiesta del mawlid todos los talleres de la ciudad se encuentran cerrados. En carretera hay también muchos, pero igualmente están cerrados y en los que se encuentran abiertos, no encontramos tornillos para la marca del vehículo.

Emprendemos la marcha saliendo de Marrakech a las 12.15 h. hora local, nos dirigimos hacia Agadir por la carretera que atraviesa las montañas del Atlas. En su falda norte, aparecen los matorrales y bosques de sabina y aarar (Tetraclinis articulata). Los coloridos y contrastados colores de la tierra son espectaculares, así como su morfología de crestas, empinadas laderas y barrancos. Nos llueve desde la salida de la gran ciudad, capital del reino almorávide y almohade hasta la subida del primer puerto de montaña.

La bajada por la cara sur me sorprende con los primeros árboles de argán (Argania spinosa) que veo en estado silvestre. A ambos lados de la carretera se disponen los campesinos con botellas para vender el afamado aceite que se extrae de sus frutos o semillas. Incluyendo una parada para comer, llegamos a Agadir hacia las 16.30 h.

Seguimos hasta Tiznit, unos 70 km. más al sur y aquí esperamos al otro vehículo, con el que hemos perdido el contacto y a las 19.30 h. continuamos en grupo hacia Tan Tan, unos 250 km. más, siendo la ciudad antesala del Sahara occidental, ya en pleno desierto de roca.

La noche tiene al Hilaal (la luna creciente) como faro y vigía para navegantes que inunda de plata las extensas llanuras de esta hammada (la tierra calurosa). A las 22.30 h. llegamos a Tan Tan y nos alojamos en un modesto hotel.

Lunes 2 de Abril.-

Salimos de Tan Tan temprano, a las 5.30 h. Creo que he olvidado el teléfono en el hotel, pero la incertidumbre y la esperanza de que haya quedado en la maleta me hace desistir de detener el ritmo del viaje. Nos amanece en pocos momentos inundando el desierto la tenue y creciente luz del amanecer. La carretera discurre paralela a la costa y enseguida aparecen enormes playas y algunos cortados rocosos de escasa altura que la línea de mar ha conformado. De modo rotundo, aquí termina el ingente continente africano, por su lado de Poniente.

Encuentro pocos camellos y ganado, los que conocen me dicen que la población actual procede del norte marroquí y que no tiene los hábitos pastorales como la tradición nómada saharaui que siempre pobló estas tierras. Algunas ensenadas y estuarios son bastante bonitos. Aparecen algunas lagunas litorales enormes que generan aprovechamiento salino y es frecuente encontrar bandadas de flamencos.

Los controles policiales son frecuentes, mucho más estrictos que en el norte y el personal más desagradable, excepto un chico que nos dice ser de Tánger, habla un poco español y se alegra mucho de vernos.

A las 11.30 h. llegamos a El Aaiún en busca de un mecánico. Aquí nos reparan la avería, debiendo cambiar los pernos del bloque de la rueda. Parece que con ello se ha resuelto el problema, pues desde el primer momento desaparecen los ruidos y los problemas de vibración.

Continuamos en dirección sur hacia Cabo Bojador, nos separan de allí unos 180 km. que se hacen muy bien pues la carretera, aunque algo estrecha, se encuentra en buen estado y tiene rectas muy largas y despejadas. Encontramos el primer rebaño de camellos libres que nos obliga a parar.

Los controles de la policía marroquí se hacen a partir de aquí más frecuentes y rigurosos obligándonos a parar e identificarnos. Llegamos a cabo Bojador a las 16.00 horas, tras 1.5 horas de recorrido desde la capital del llamado Sahara español. Me emociona arribar a este punto por primera vez, después de leer las historias de la duquesa de Medina Sidonia, descendiente del señor de Mogador y Cabo de Aguer, con sus historias sobre tráfico marítimo y corsarios. En Bojador comemos un buen pescado y continuamos hacia Dajla y Bir Ganduz.

Atravesamos pleno desierto, apareciendo por primera vez las grandes dunas de arena junto a la carretera. La luna plena se derrama sobre estos blancos arenales y llegamos a Bir Ganduz a las 2.00 h. Alojamiento en un hotel de carretera de pésimas condiciones y descanso breve hasta la salida del sol.

Martes 3 de Abril.-

Salimos temprano de Bir Ganduz. A unos 80 km. se encuentra la frontera. Pasamos la frontera marroquí y posteriormente la mauritana, que me sorprende y emociona por su rusticidad, simpleza y rapidez. Ya estoy acostumbrado a la pasividad marroquí y aquí no esperaba menos. En otro tiempo hubiese resultado estado de shock. Ahora me sorprende la amabilidad y sencillez del personal, que no suele encontrarse en los controles de la policía marroquí. Pasamos sin problema, se nota un incremento notable de la temperatura, sin que por el momento llegue a ser agobiante.

El paisaje se vuelve tremendamente arenoso. Cruzamos la línea del ferrocarril minero que llega hasta Noadhibu y llegamos al campamento de Nabila. En este momento escuchamos un ruido metálico en el motor fuera de lo habitual. Parece haber problemas de motor, suena a biela rota, dice uno de los presentes y decidimos parar para buscar un mecánico a Noadhibú, en previsión de averías de mayor grado e irreversibles.

Es este un momento descorazonador, imaginando la avería más seria y cómo hemos ido a parar al lugar más deshabitado y desprovisto de toda modernidad. Me sorprende tal cantidad de inconvenientes en este viaje y no se si eso es un signo de retorno o simplemente son piedras en el camino y una prueba ante la dificultad. Recuerdo entonces aquello de “La paciencia antes que la tumba”.

Mientras tanto, esperamos y hacemos tiempo en la hospitalidad de una jaima de pastores saharauis, cerca del cruce de la frontera. Aquí solamente viven mujeres, una especie de clan formado por dos familias que regenta una de mediana edad, llamada Nabila. Dicen que viven del contrabando y de la vida de frontera.

De este modo podemos apreciar los ritmos y modos de vida del nómada amazigh. El té es el símbolo de la hospitalidad y la acogida de estas personas en las que el servicio y la atención al viajero son casi norma de honor.

Llega el mecánico y en una primera mirada detecta que el problema se debe al aire acondicionado. En ese momento la sensación de alivio me recorre el cuerpo de pies a cabeza, pues comprendo que los ajustes de la revisión previa al viaje, en la pasada semana son los responsables de este desatino. El eje del compresor que se había intentado sustituir, se ha aflojado con las vibraciones y el ruido metálico era intenso y preocupante. Con una vueltas de tuerca se soluciona el problema, desmontando esta pieza.

Afortunadamente se resuelve la cuestión y emprendemos el viaje rumbo a Nuakchott, debiendo ir previamente a Nouadhibú para llevar a los mecánicos hasta allí. Me impresiona la vista lejana de la ciudad, situada en una pequeña península y bañada su costa de blanquísima arena por un mar de intenso color azul.

La carretera hasta la capital es nueva y se encuentra en magnífico estado. Unos 450 km nos separan en los que la velocidad ha de moderarse por motivo de la oscuridad, la invasión del asfalto por la arena de las dunas y los sorprendentes controles de policía, apenas visibles y carentes de toda indicación luminosa.

El desierto cambia aquí desde la pedregosa hammada marroquí hasta un inmenso mar de arena móvil formado por frecuentes y enormes dunas de color blanco o tostado.

El horizonte se vuelve plano y alejado de modo inabarcable, como infinito. Hemos tenido la suerte de llegar en fase de luna llena, al Badr, que saluda en hora temprana surgiendo sobre la arena de modo incandescente cual corazón enamorado adolescente. Su luz se platea a medida que ocupa el cenit y baña las arenas de un luminoso reflejo que ayuda a atravesar el desierto a lo largo de la oscura lengua de negro asfalto.

Debe ser designio de este viaje que terminemos el día conduciendo en la oscuridad y llegando muy tarde al lugar de alojamiento (las 2.00 h.), acabando tan cansados que mi siquiera hay ganas de cenar. Y con este van tres seguidos.

En Nuakchott el contador marca 164014 kilómetros, lo que quiere decir que nuestro viaje ha sido de 3.070 km. aproximadamente a los que habría que descontar 80 de ida y vuelta a Noadhibú para llevar a los mecánicos. Hemos empleado cuatro días para llegar hasta aquí.

Jaima de Nabila

Grupo a la salida

Encantadores de serpiente en Marrakech

Acantilados Cabo Blanco

Acantilados en Bojador

Frontera de Mauritania

Dunas en el desierto

La nave del desierto

Luna incandescente

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